
Las Noticias
Abril 2021
Du 2021-04-25 au 2021-05-04
Cuarto domingo de Pascua
- No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. La exhortación de san Juan es muy oportuna en este tiempo pascual en el que miramos a Cristo resucitado. Los cristianos, nuevas creaturas en Cristo desde su bautismo, atraviesan situaciones difíciles. El Señor se dirige a sus discípulos y los invita: “creed en mí, tended confianza en mí pensando que aquello que Yo hago en tu vida es lo mejor para ti”. El cristiano debe pasar por momentos en los que la cruz se hace presente. Precisamente en esos momentos es cuando pueden descubrir misteriosamente que están tomando parte en el misterio pascual de Cristo. En Cristo, ellos también son piedras vivas que entran en la construcción del templo del Espíritu. Cada cristiano, por el bautismo, incorporado e injertado en Cristo, toma parte en ese camino pascual de muerte y resurrección; pasa a formar parte de un sacerdocio sagrado (sacerdocio de los fieles) para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta. Es importante que en su caminar, no deje de mirar a Cristo, que no deje de creer en Cristo con fe viva y operante, que Cristo sea para él la piedra angular en donde se asienta todo su edificio, toda su existencia.
Jesús es el camino al Padre. Tomás pide a Cristo: muéstranos al Padre. Cristo responde sorprendido de que no hayan descubierto en Él en esos años de convivencia el Rostro del Padre: Tomás quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Cristo es pues la revelación del amor del Padre. Nadie va al Padre sino por Cristo. Hemos de creer firmemente que Cristo está en el Padre y el Padre en Cristo. Uno se pregunta espontáneamente ¿cómo puede una persona estar en otra? Por medio del amor, de la identificación de voluntades, con la identidad en los pensamientos, teniendo los mismos sentimientos y emociones que la persona amada. Él ha venido a cumplir la voluntad del Padre. Las palabras que Él nos dice, no las dice por cuenta propia, las pronuncia en nombre del Padre. Con acierto dice Hans Urs von Balthasar: “En Cristo, que es la palabra de Dios, Dios Padre habla al mundo”. Cristo nos muestra en último análisis que él está en el Padre mediante una obediencia absoluta a la misión que le ha sido confiada, mediante el amor y el cumplimiento de su voluntad por la salvación de los hombres.
Este Cristo que nos muestra el rostro amoroso del Padre, va a prepararnos un lugar en las moradas eternas. Él con su muerte y resurrección nos abre la vida eterna y nos reconduce a la casa del Padre.
Du 2021-04-18 au 2021-05-01
Tercer domingo de Pascua
El misterio desconcertante de la muerte de Jesús. El fin trágico que tuvo la vida de Jesús, su pasión y muerte en manos de pecadores, era para los fariseos y jefes del pueblo una clara muestra de que Dios no estaba con Él. Ellos nunca habían creído en Jesús y ahora se burlaban de Él: Se ha confiado en Dios. Que ahora Dios lo libre, si tanto lo quiere. “Si Dios hubiese estado de su parte, lo habría liberado” -pensaban para sí mismos-. En verdad, da la impresión de que Jesús se encuentra totalmente abandonado y dejado a las manos de sus verdugos en los últimos momentos de su vida. Misterio no fácil de comprender. Pero la muerte de Jesús es también desconcertante para los que creyeron en Él con amor sincero, como es el caso de los dos discípulos de Emaús. Conversan por el camino, se reproponen el tema del Maestro, hablan acerca de los milagros de Jesús, piensan que era un hombre que Dios había acreditado con palabras y obras y, sin embargo, su muerte ha lanzado por tierra todas sus esperanzas: “nosotros esperábamos, pero ahora la realidad nos ha desengañado, ya no podemos esperar porque ha muerto en una cruz”. Aquí se hace más intenso el misterio: ¿Cómo pudo Dios abandonarlo de tal modo? ¿Acaso el Padre abandona a su Hijo a quien tanto ama? ¿Acaso la omnipotencia divina es vencida por la muerte? Sí, esta es la pregunta crucial. Esta es la pregunta que todo cristiano debe afrontar y darle una respuesta desde la propia experiencia de Cristo resucitado; porque la fe proclama precisamente que Dios lo resucitó librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que la muerte lo retuviese bajo su dominio. El cristiano es el hombre de esta fe robusta. El hombre que ha comprendido que Dios no abandona jamás, que Dios ha sido fiel a su amor hasta el fin, hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso, el cristiano debe ser un hombre de esperanza, de esperanza viva; ningún dolor, ninguna circunstancia, por más desesperada que parezca, tiene la última palabra en su vida, porque Cristo ha resucitado y es la primicia de su propia resurrección. La muerte, el último enemigo, ha sido vencido. La última palabra está siempre en el amor de Dios.
A Jesús le encontramos en la comprensión de las Escrituras. Es decir, a Jesús lo encontramos al comprender el Plan de Dios, el amor de Dios que se nos ha entregado en su Hijo, muerto y resucitado por nuestros pecados. ¡Qué necesidad tenemos de ser, como los dos caminantes de Emaús, hombres y mujeres que escuchan con atención y veneración la palabra de Dios. Personas que nutren su mente y corazón con el Plan de Dios. En este sentido, qué importante es la lectura diaria y profunda de la Sagrada Escritura, la reflexión, la repetición vocal de los parágrafos más profundos. La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en ella se nos revela Dios en su misterio y en su amor por nosotros.
Preguntémonos, ¿lleno mi mente y mi corazón con la verdad de la Sagrada Escritura? ¿La leo? ¿la medito? Ella es lámpara para mis pasos, luz en mi sendero. Los padres del desierto veían en la lectura y repetición de la Escritura un modo de alejar los malos pensamientos. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, es la revelación de Dios y toda ella nos habla del misterio de Cristo, puesto que Cristo es el cumplimiento de las promesas, es la revelación definitiva de Dios, es la salvación para los hombres.